viernes, 22 de octubre de 2010

Huellas del pasado

¿Cuánta información quemarían de nuestros pueblos para decir que no tenían escritura, y por lo tanto eran salvajes? ¿Qué ojos tenemos que utilizar para ver, entender o leer los mensajes del pasado?...

Existen varias hipótesis sobre la presencia del hombre pero, la más común, dice que los primeros pobladores alcanzaron América por la vía del estrecho de Behring, al Norte del continente, este paso habría quedado sumergido desde el último diluvio universal.
Las referencias ocupacionales en el Ecuador datan de hace mas de 17.000 años, en el sitio El Inga, provincia de Pichincha, cerca a la ciudad de Quito; y en la Cueva de Chobsi, provincia del Azuay, donde se encontraron herramientas de obsidiana y basalto, así como restos de huesos de megafauna, por lo que se supone que eran cazadores, recolectores y pescadores.
Avanzando en la historia, y centrándonos en el actual Ecuador, llegamos a la primera cultura cerámica y agrícola, llamada Valdivia (3200 a. C., Marcos, Lathrap, 1978), en la Península de Santa Elena, provincia del Guayas, donde se descubren restos de la domesticación del maíz, algodón, y otras plantas. Como dije, Valdivia era una cultura cerámica, que realiza figurines y vasijas de uso utilitario y ceremonial, además de conjuntos habitacionales circulares como el de Real Alto (Jorge Marcos, 1981).
A partir de ésta, mil años después, en el mismo territorio, la cultura Chorrera (1300 a.C., Bischof, 1975), despliega en su cerámica la naturaleza que le circunda, con vasijas en forma de animales y frutos, y es en los restos de esta cultura que encontramos el primer diseño de un sello, en forma de una pirámide vista desde arriba, pero es en diferentes zonas del Ecuador donde habitaban culturas, así en la amazonía, como en el área andina y litoral, donde existían grupos en constante avance de conocimientos a todos los niveles.
Llegamos así hasta los 500 años antes de Cristo, donde las culturas La Tolita, en la provincia de Esmeraldas, Jama-Coaque y Manteño, en la provincia de Manabí, donde se encuentran la mayoría de los sellos sobre los que trata esta investigación.
Los sellos son piezas de cerámica (barro cocido), en forma cilíndrica y plana, de diferentes tamaños que fluctúan entre 16cm. de alto y 4 cm. de ancho hasta 2cm. de alto y 1cm. de ancho; con dibujos en relieve y la superficie completamente lisa.
Durante 20 años, junto al escultor catalán Moisés Villelia, investigué los diseños de estos sellos, levantando los dibujos, haciendo ampliaciones, probando colores (para la que sacamos una gama cromática de la época precolombina y otra del periodo inca), no consiguiendo encontrar respuestas a tantas formas.
Se han investigado unas tres mil piezas, levantando el dibujo sin realizar ninguna corrección, y al utilizar un mecanismo matemático de levantamiento de los sellos cilíndricos, se consigue una visión completa de la imagen. Comprobando que algunas piezas se repiten con exactitud en tamaño y forma.
Descubrimos, entonces, una plancha de cerámica de la cultura La Tolita, la misma que pudimos reducir a un sello cilíndrico, comprobando que todas las formas están divididas en mitades, y estas mitades hacen unidades, hasta llegar al sello desarrollado en 16 unidades.
Esto nos dio una visión más completa del movimiento con el que fueron creados, por lo tanto, descubrimos el método para verlos y empezamos a encontrar figuras estilizadas, correspondientes a deidades, flora y fauna, personajes y construcciones arquitectónicas, como pirámides, templos y terrazas de cultivo, las posibilidades de interpretación resultaron increíbles.
Al continuar la investigación, ya de forma independiente, trabajé con tres colecciones privadas, juntando para el estudio 450 sellos aproximadamente. La forma del diseño precolombino, me ha permitido descubrir lo profundo del conocimiento indígena, la memoria histórica que perdura en los diseños de sus ponchos y vestidos, constatando, que encajan perfectamente, tanto en el volumen como en el espacio con los diseños precolombinos. Ellos poseen una perspectiva diferente para apreciar la Naturaleza y el Cosmos, a partir de ahí, estos símbolos nos llevan a comprender el paisaje, el movimiento, la luz, el agua, las montañas, el viento, el fuego, el color; y a los seres que caminamos, inmersos en la exuberante selva o los fríos páramos. Todo corresponde a un espacio-tiempo adquirido a través de milenios de observación y participación.
Algunos investigadores opinan que los diseños fueron creados para pintarse el cuerpo, o para estampar los tejidos; este planteamiento me parece muy superficial, ya que creo que las formas encontradas, corresponden más bien a un sistema de escritura en ideogramas. Hay piezas, que al desarrollarlas, describen instrucciones para sembrar, modos de cultivo alternado, módulos habitacionales, pirámides vistas desde arriba, fauna y flora, canales de riego, e incluso, una especie de ábaco para sumar.
Tenemos una fuente de información viva, el indígena que puebla este territorio, desde la Patagonia hasta Alaska, conserva el conocimiento para ayudarnos a traducir los mensajes del pasado, la memoria histórica está presente, aún tejen sus ponchos, o tallan sus totems, con símbolos identificables en los diseños; así como los conocimientos agrícolas para saber cuando sembrar; cómo utilizar las laderas inclinadas de las montañas; cómo llevar el agua o la humedad a los camellones horizontales, para no perder el humus con las lluvias; qué planta se ayuda con otra en sus nutrientes; cuáles son las yerbas para curar qué enfermedad.
El Valle de Nazca en Perú, tiene unas estructuras gigantes dibujadas en la tierra de increíbles dimensiones, posiblemente es un calendario del cosmos, de los que los científicos no encuentran explicación, incluso algunos mantienen que fueron seres extraterrestres los que dibujaron las líneas, por la necesidad de explicar siempre que todo debía haber sido traído de fuera.
Esta actitud difusionista ha hecho mucho daño al estudio de las mismas, ya que las capacidades o los conocimientos, siempre son atribuidos a poderes externos, sin permitirse la posibilidad de plantearse de que pudieron ser realizados aquí, que existían técnicas no contempladas por esos investigadores, como vuelos en globo, vuelos espirituales, o por el uso de alucinógenos. Así, la cultura Valdivia quedó para Meggers y Evans (1965), sólo como una incursión de expedicionarios de la cultura Jomón de Japón, que coincidía en antigüedad. Mi oposición será constante, sobre todo a esta forma de dominio occidental del pensamiento.
En la amazonía, los dibujos de las deidades corresponden con los ideogramas señalados, así las cuadrículas de una serpiente se repiten en un gráfico precolombino de la misma forma. Los símbolos del sol, mantienen ópticamente el movimiento, el vuelo de las aves, el camino de un río, las construcciones habitacionales, el desarrollo poblacional, la fecundidad, como elemento de la continuidad de la especie. La línea única, que entra y sale del dibujo, en el mismo punto, o como una canoa, se integra al río por el cual navega.
Este diseño corresponde a una calidad de vida de la que perdimos los parámetros, porque se cortó la información. La forma y el color no pueden estar lejos de su contexto histórico, tenemos que saber el por qué estos pueblos con avanzado conocimiento, fueron degradados; con qué justificativo se los declaró salvajes. Desde épocas anteriores a la Colonia, los incas trataron de despojar a los pueblos de sus conocimientos, con el fin de mantener el poder en pocos, llevándonos a vivir esta desinformación e ignorancia del mundo que teníamos; parece como si el hecho de no ser guerreros, sino científicos, astrónomos y alquimistas, que consideraban su mundo más fuerte, les permitiría trascender en el tiempo,
¿Podemos suponer que pensaban que el mundo espiritual y del conocimiento no se perdería?.
Las preguntas siguen en el tapete, hoy el mundo trata de volver a la Naturaleza, la que sus antepasados protegieron, la conciencia nos dice que no debemos contaminarla, pero continuamos haciéndolo.
¿O será que nuestro destino es seguir perdiéndolo todo?
No consigo separar al hombre que habita estas tierras, del concepto profundo de creación del diseño en los sellos. Las proporciones del cuerpo humano, como las estudió Da Vinci, siguen siendo las mismas, ese espacio que ocupa el cuerpo, está delimitado en las formas ancestrales; los números son una constante para calcular los ciclos del cosmos, entonces, el espacio cuenta con la forma de las especies, es parte del equilibrio de la Naturaleza.
El arte, a través de los tiempos, ha tratado de encontrar el movimiento de una imagen plana, la necesidad de tener una imagen tridimensional de las formas que los escultores recrean, los cinéticos plantean, la pintura logra manejar con la luz y conseguir que una mirada te siga, ha sido una constante. Así, cuando los egipcios logran la imagen dual, en la que la figura está vista de frente y de perfil al mismo tiempo; o el arte religioso que trata de dar una sensación espiritual y de sobrecogimiento; o las imágenes del arte rupestre, que hacen correr a las presas de caza, pintadas del recuerdo en la memoria, mantienen este reto al artista del movimiento en el plano.
El arte precolombino, trae en todas sus formas expresadas en los sellos, estas sensaciones o descubrimientos, no solamente hacia objetos utilitarios del artista, sino también al planteamiento del cosmos, todos los elementos que lo rodean, como deidades y dioses. De pronto, el gráfico de un mono, deidad muy común en la América indígena, es la representación del personaje que guió al hombre, para saber qué frutos comer en épocas antiguas, ya que así sabían qué no era venenoso para el hombre; o la fuerza de un jaguar, de una serpiente boa, esta perfecta armonía con la Naturaleza, llevó al hombre a respetarla y adorarla.
Existían conocimientos medicinales, astronómicos, metalúrgicos, espirituales, y agrícolas, la pregunta constante era ¿Cómo guardar toda esta valiosa información? Debía haber una forma de transmitir al futuro estos conocimientos. Planteémonos cómo lo hacemos hoy: El hombre contemporáneo guarda en el disco duro de una computadora, o en una enciclopedia, los elementos que se manejan en su época, información que puede prevalecer dos mil años.
¿Y en un cilindro de cerámica, donde seguramente se puede condensar todo?
Hace pocos años se descifraron los códices mayas, sólo sobrevivieron tres al miedo y la ignorancia. ¿Cuánta información quemarían de nuestros pueblos para decir que no tenían escritura, y por lo tanto eran salvajes? ¿Qué ojos tenemos que utilizar para ver, entender o leer los mensajes del pasado? ¿Hasta dónde pretendemos cerrarlos y negar la existencia de un pueblo civilizado?
Unos pueblos con estrictas medidas de etiqueta, que mantienen su presencia en su idioma, color y forma incuestionable, porque nadie puede negar que su arte es incuestionable, ya que tiene más de cinco mil años; pero los prejuicios y la ignorancia, nos niegan la oportunidad de salvarnos.
Quizás ellos tenían la clave de cómo no destruir la Naturaleza; cómo no contaminar los ríos, ya que eran deidades: con qué alimentarnos para no enfermar, porque mantenían una sociedad comunitaria, donde todos tenían derecho al cuidado, y a no pasar hambre, a no estar solos, a que los niños son responsabilidad de todos, todo esto me lo enseñó el pueblo Huaorani de la amazonía.
El hombre sigue luchando por entender cuales son las fuerzas que nos dominan; ante un volcán somos insignificantes, sólo el espíritu se puede enfrentar, el arte se convierte en una herramienta para entender las fuerzas que no podemos manejar. Alguien decía que crear es el toque divino, yo pienso que el conocimiento y la conciencia son un toque divino; los seres que habitan y crean en este territorio son espiritualmente más fuertes, son los que encontraron las respuestas del donde venimos y a donde vamos.

El arte no va solo, lleva un bagaje de vida, se puede caminar por las formas americanas, la música, el volumen y el espacio, hay detrás mentes, presencias, historias, vidas que lo hacen caminar, que juegan con el color y las formas, son las guías para decir algo, el pueblo indígena es el único que puede tener la respuesta. Ya que existe una continuidad cultural.
Creo firmemente que los diseños precolombinos, a más de ser obras de arte, por su validez estética, son una forma de comunicación que tenemos que interpretar, ya que podría ser la fuente de información y conocimiento del futuro, al fin y al cabo, nuestra información, nuestro conocimiento.





Por: Viviana Franco


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